Parece ser que el frío impulsa un mecanismo de eliminación de proteínas perjudiciales.
No es la primera vez que los científicos intentar desentrañar el misterio por el cual el frío podría aumentar nuestra esperanza de vida. Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Colonia, en Alemania, ha dado otra posible razón.
El estudio se ha publicado en Nature Aging y según lo que se desprende de él, parece ser que el frío impulsa un proceso por el cual las proteínas dañadas se eliminan de las células.
Existen enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y el párkinson que suelen ser propias de la vejez y que están relacionadas con la acumulación de proteínas malas. Descubrir cómo afectaría el frío a este proceso sería un avance para encontrar formas de ralentizar e incluso detener ese deterioro.
«Las temperaturas extremadamente bajas son perjudiciales, pero un descenso moderado de la temperatura corporal puede tener efectos beneficiosos para el organismo», escriben los investigadores en el artículo.
«Aunque hace más de un siglo que se informó de los efectos de las bajas temperaturas sobre la longevidad, se sabe poco sobre cómo influye el frío en la esperanza de vida y la salud», dicen.
El experimento se realizó con gusanos de la especie Caenorhabditis elegans y con células humanas cultivadas en el laboratorio. Lo que sucedió fue que las temperaturas más frías hacían que se eliminaran los cúmulos de proteínas que se localizaban tanto en los modelos animales como en los celulares de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y la enfermedad de Huntington.
Los científicos usaron proteasomas, unas estructuras que descomponen los residuos de proteínas. En los gusanos se empleó el activador del proteasoma PA28γ/PSME3, presente en los seres humanos. Cuando se bajó ligeramente la temperatura, el activador funcionó y limpió el cúmulo de proteínas potencialmente peligrosas.
También descubrieron la manera de aumentar la actividad del proteasoma sin tener que usar el frío. Lo lograron mediante ingeniería genética inteligente. Según los investigadores, esto abre la posibilidad de, en un futuro, emplear tratamientos que funcionaran sea cual sea la temperatura del cuerpo.
«En conjunto, estos resultados muestran cómo, a lo largo de la evolución, el frío ha conservado su influencia en la regulación del proteasoma, lo que tiene implicaciones terapéuticas para el envejecimiento y las enfermedades asociadas a él», afirma el biólogo David Vilchez, que ha participado en el estudio.
Resulta que C. elegans tiene más en común con nosotros de lo que pensamos y es que la manera en que se agrupan las proteínas en su organismo es muy parecida a cómo lo hacen en el cuerpo humano.
Aunque aún queda mucho por saber sobre la relación entre el frío y el envejecimiento, se sabe que la temperatura interna media del cuerpo de los humanos ha ido disminuyendo paulativamente a lo largo del tiempo y esto puede haber influido en el aumento de la longevidad.
Los investigadores esperan que el activador del proteasoma PA28γ/PSME3 pueda ser una vía para envejecer de forma más saludable.
«Creemos que estos resultados pueden aplicarse a otras enfermedades neurodegenerativas relacionadas con la edad, así como a otras especies animales», afirma Vilchez.