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Genocidio armenio: el mundo miró hacia el costado y se repitió en 2023

Cada 24 de abril es conmemorado el Día del Genocidio Armenio en honor al millón y medio de armenios perseguidos y asesinados por el Imperio Otomano entre 1915 y 1923.

La comunidad internacional recuerda cada 24 de abril un nuevo aniversario del inicio de uno de los hechos más trágicos de la historia moderna: el genocidio armenio. Entre 1915 y 1923, el Estado turco llevó a cabo un plan sistemático de exterminio de más de un millón y medio de armenios. Este acto fue consumado con la complicidad de otros Estados-Nación y el testimonio ocular de potencias internacionales que callaron ante la barbarie. Ese silencio y la falta de sanción a los responsables llevaron a que, aunque nadie lo esperaba, sucediera otra vez ante nuestros ojos hace apenas un año atrás.

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La emblemática frase “Nunca Más” busca revertir lo que la humanidad se recuerda a sí misma con cierta insistencia: educar y condenar para no repetir. Ello encierra una verdad profunda y perturbadora sobre la naturaleza humana y las sociedades en que vivimos. La inquietante realidad revelada es que existe una tendencia alarmante a que los crímenes de genocidio se repitan; y el pueblo armenio es una de las experimentadas víctimas de estos atropellos, en cada uno y en todos los siglos.

El inicio fue el 24 de abril de 1915. El Estado turco había perfeccionado su táctica y, en el marco de la Primera Guerra Mundial, estaba dispuesto a construir una nación que integre a todos los pueblos de origen túrquico y que al mismo tiempo expulse y aniquile al resto de los pueblos que formaban parte del Imperio Otomano.

A causa del debilitamiento del Estado imperial turco-otomano, el gobierno aumentaba la tensión con las comunidades armenias, exacerbada por factores políticos, sociales y económicos. Las autoridades turcas desarmaron a los soldados armenios en el ejército y luego arrestaron y ejecutaron a cientos de líderes intelectuales y políticos en la capital del imperio.

Luego comenzaron las deportaciones masivas desde la meseta de Anatolia hacia el desierto de Siria, bajo el pretexto de «reubicación». Durante estas deportaciones forzadas, el pueblo armenio fue sometido a marchas extenuantes y crueles, donde muchos murieron de hambre, sed, enfermedades y actos de salvajismo que superaron los límites de la imaginación.

Además de las deportaciones, se llevaron a cabo masacres generalizadas. Estas atrocidades incluyeron ejecuciones en masa, torturas, violaciones y saqueos.

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El negacionismo como política

Como todo plan genocida, su fase final incluye un programa de negación y encubrimiento. Después de la Primera Guerra Mundial, el gobierno otomano fue derrocado y reemplazado por la nueva conducción de la República de Turquía. Desde entonces, los sucesivos gobiernos turcos han negado enérgicamente la existencia del genocidio armenio, calificándolo de conflicto interétnico, trivializando o minimizando la gravedad de los acontecimientos históricos. Es una política de Estado, una estrategia adoptada por los perpetradores para evitar responsabilidades y castigos.

Las masacres de 1915-23 han sido oficialmente reconocidas y calificadas como genocidio por diversas organizaciones internacionales, incluyendo las Naciones Unidas, el Parlamento Europeo y el Parlamento del Mercosur, así como por parlamentos de varios países de Europa y América. Además, instituciones respetadas como el Tribunal Permanente de los Pueblos y el Consejo Mundial de Iglesias han respaldado esta calificación.

De hecho, la creación del término «genocidio» por parte del jurista polaco Raphael Lemkin tuvo como base las atrocidades cometidas contra los armenios entre 1915 y 1923. Lemkin llegó a esa conclusión en 1943, al estudiar el Holocausto que estaba teniendo lugar por aquellos días.

Argentina a la vanguardia

El reconocimiento del genocidio armenio en Sudamérica ha sido variado y ha evolucionado con el tiempo. En varios países de la región se han dado pasos significativos hacia el reconocimiento oficial, y sus casos más emblemáticos son Uruguay y Argentina. Uruguay lo aprobó por ley en 1965, convirtiéndose en el primer país en hacerlo y así se convirtió en referencia para otros países del mundo.

El caso argentino llegó más de cuarenta años después, tras largas contiendas contra el lobby negacionista turco. En enero de 2007 la República Argentina estableció a través de la Ley 26.199 al 24 de abril como el «Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos»; esta fecha conmemora el genocidio sufrido por los armenios y busca que su memoria sirva como una lección permanente sobre los desafíos actuales y los objetivos futuros.

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Argentina también lo reconoce a partir de la sanción de una ley, y con un condimento adicional: un fallo de la Justicia argentina de 2011 que fortalece el posicionamiento del Estado y convierte al país en el único en reconocerlo mediante los tres poderes de la República. A partir de estas experiencias, han habido numerosas resoluciones y declaraciones tanto a nivel provincial, nacional y regional, reafirmando este reconocimiento y expresando solidaridad con las comunidades armenias de la región sudamericana.

Desde el 2015, la lucha internacional por el reconocimiento ha sufrido un ascenso notable, generando presiones sobre los estados de la Unión Europea y otras naciones occidentales y orientales para que respalden estos esfuerzos.

Este proceso, sin embargo, se vio y se sigue viendo afectado por complejas dinámicas diplomáticas y estratégicas con Turquía y Azerbaiyán. Israel, por ejemplo, a pesar de que alegue conflictos internos y prioridades de memoria nacional, aún no ha reconocido el genocidio armenio, siendo que el pueblo judío también ha sufrido persecuciones, progromos y el Holocausto.

La vuelta del terror

Los esfuerzos por negar lo ocurrido por parte de Turquía y Azerbaiyán siempre tuvieron un por qué. En el año 2020 iniciaron un ataque de gran escala e indiscriminado de parte de Azerbaiyán contra la población civil, con el fin de erradicar a los armenios de la República de Artsaj (Nagorno Karabaj), un territorio habitado por armenios durante miles de años.

Los ataques continuaron hasta 2023, amedrentando a esa población para que abandone sus tierras ancestrales. Finalmente lograron llevar adelante un acto de genocidio con un bloqueo criminal de la única ruta que conectaba Artsaj con la República de Armenia, por la que más de 120.000 armenios se vieron privados durante 10 meses de acceso a alimentos, medicamente y ayuda humanitaria desde el exterior. La avanzada culminó con el desplazamiento forzado de los armenios. Según juristas internacionales la limpieza étnica llevada a cabo es una de las formas de genocidio.

La política oficial de estos países es seguir atacando a los armenios hasta eliminar sus estados y sus formas de organización nacional en el Cáucaso sur y en cualquier punto del planisferio que tenga comunidades diaspóricas organizadas. Porque siempre afirman que, respecto a los armenios, llegaron al poder para terminar el trabajo y cumplir con la misión que sus antepasados les legaron en 1915.

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Este 24 de abril marca el 109º aniversario de este trágico episodio. Es el primer aniversario con Artsaj enteramente usurpada por Azerbaiyán. Es el primer aniversario donde los discursos negacionistas alcanzan a reproducirse de boca de las autoridades que gobiernan la República de Armenia. Es un punto de inflexión, que marca una época sin precedentes. Y a su vez es un momento que ofrece una valiosa oportunidad para reflexionar sobre el significativo cambio global y los desafíos que se le presentan a la memoria, a la verdad y a la justicia.

Para combatir la impunidad y prevenir la perpetración de actos ilícitos como el de genocidio, es fundamental reconocer el valor de preservar la memoria y transmitirla a las próximas generaciones. Esta memoria actuará como norte para identificar acciones que atenten contra la humanidad, posibilitando su observación y prevención.

Es imperioso que quienes perpetran tales actos comprendan que no quedarán impunes, sino que serán juzgados y condenados. Lo mismo aplica para sus cómplices. Porque la memoria colectiva en estas sociedades servirá como el vínculo auténtico con las generaciones venideras y representará la salvaguarda vital que eviten el olvido y, por lo tanto, la repetición de atrocidades tan devastadoras.

Por Agustín Analian, miembro del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica. licenciado en Relaciones Internacionales

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