La imagen adolescente de Mía Leimberg, rodeada de milicianos de Hamas antes de ser liberada de su cautiverio en Gaza, llamó la atención del mundo porque llevaba en sus brazos a una perrita.
La imagen adolescente de Mía Leimberg, rodeada de milicianos de Hamas antes de ser liberada de su cautiverio en Gaza, llamó la atención del mundo. Llevaba en sus brazos a una perrita.
Su padre, Moshe, la reconoció enseguida. Era Bella, la amada mascota de su hija, de nacionalidad argentina, como su madre, Gabriela Leimberg, también liberada junto a su tía Clara Marman. Las tres fueron liberadas el 28 de noviembre, tras pasar casi dos meses de cautiverio en el enclave palestino.
La perrita, de raza Shih Tzu, blanca, fue la compañera fiel que ayudó a Mía, de 17 años, a sobrellevar los momentos más duros de su secuestro. Ahora, ocho días después de su liberación, la adolescente contó cómo hizo para engañar a los milicianos de Hamas y esconder a su mascota.
«Ella fue de gran ayuda para mí», contó a la prensa israelí, citada por The Jerusalem Post.
Cómo hizo Mía para llevarse consigo a su perra tras ser secuestrada por Hamas
Mía y su familia habían ido a visitar a familiares al kibutz Nir Yitzhakel 7 de octubre, cuando un comando de Hamas asaltó la granja colectiva, asesinó a decenas de personas y secuestró a otras tantas. Ella, su mamá y su tía fueron llevadas a la rastra y subidas a un jeep para ser trasladadas a Gaza.
Pero nadie se percató de que esa adolescente con cara de niña tenía a Bella en sus manos. Sin llamar la atención, escondió a su pequeña mascota entre su pijama. Nadie se dio cuenta. Sus captores simplemente creyeron que llevaba una muñeca.
El viaje a Gaza fue interminable. «Fue difícil. La sostuve (a Bella) todo el camino hasta allí. Fueron cuatro kilos extra. Y tengo la suerte de poder mantenerla durante toda esa situación y traerla de regreso», dijo Mía desde su casa en Tel Aviv en su primera entrevista con los medios.
La adolescente argentina contó que los captores las llevaron a un túnel. Fue allí que los milicianos se dieron cuenta de que Bella no era una muñeca ni un peluche, sino «un perro vivo que respiraba».
«Entonces se produjo una pequeña discusión y me dejaron quedarme con el perro, porque lo metí en mi ropa y del miedo no se movió», contó.
Cómo fue el cautiverio de Mía con su perra Bella en Gaza
Desde entonces, Mía convivió con Bella en su cautiverio, junto a otros rehenes que se encontraban con ella, como su madre y su tía.
«Cuando estábamos allí, teníamos que darle de comer nuestras sobras. Sí, estoy hablando de ti, Bella», dijo Mía, mirando a la pequeña perra que descansaba en sus brazos. «Teníamos que asegurarnos de que no se volviera loca y retenerla para que no fuera a explorar y molestar a nadie allí», añadió.
Los rehenes se encargaron de limpiar los desechos de Bella para evitar malos olores.
«Estaba muy decidida a traerla de regreso. Ahora le digo ´te amo hasta Gaza y de vuelta’», afirmó Mía.
En su larga conversación con la prensa, la adolescente argentina afirmó: «Afortunadamente, no se parece a los perros pequeños que conozco. Es bastante tranquila, a menos que esté jugando o enojada. Si la hubieran visto como una molestia, no me habrían dejado quedármela», apuntó.
Muchas mascotas desaparecieron o murieron durante el ataque de Hamas. Moshe, el padre de Mía, buscó durante semanas a Bella en cercanías del kibutz. La creía perdida y quería encontrarla porque sabía que su hija preguntaría por ella al volver a Israel.
Por eso, se sorprendió tanto cuando vio a Mía con Bella en brazos tras ser liberada.
«Ella fue de gran ayuda para mí. Me mantuvo ocupada. Fue un apoyo moral», indicó. En Gaza quedaron dos miembros de su familia, una tía y un tío, aún rehenes de Hamas. «Los extrañamos todos los días y se siente mal estar aquí sin ellos. Aunque estoy feliz de estar de regreso, todavía no hemos terminado», concluyó.
Fuente: TN