Por Dr. Walter Ghedin
Si bien se sugiere que las reuniones nocturnas sean momentos para dialogar, muchas parejas optan por no hacerlo hasta que se sientan a ver un programa en la televisión juntos. Por qué la búsqueda de la paridad, que es la esencia de la unión de pareja, se vuelve inestable cuando no se cumplen los acuerdos.
Desde unos años las series se apropiaron del espacio de intimidad pudiendo ser un factor que acerca o aleja a la pareja. Si bien la recomendación es que el encuentro nocturno sea para hablar, para comunicarse con la palabra y con el cuerpo (gestos, caricias, cariño, abrazos, besos, etc.), muchas parejas no lo hacen hasta el momento de compartir juntos una serie, siempre y cuando los dos estén de acuerdos en ese doble programa: disfrutar de la serie y de la proximidad de los cuerpos.
Cuando las parejas tienen dificultades para hablar de lo que les pasa cualquier motivo puede ser un factor de discusión, hasta aquellas situaciones que para nada llaman al conflicto.
Si compartir series es un buen momento para estar juntos, hay otros que prefieren ver las series preferidas cada uno en su dispositivo o en diferentes TV y está todo bien si ambos están de acuerdo, no hay conflicto.
Sin embargo, “cortarse solo” cuando no ha sido la convenido tiene sus implicancias en la pareja, se siente como una deslealtad, sobre todo en aquellos vínculos que se están formando o en los de larga data.
Las parejas recién formadas dan prioridad a las actividades que son compartidas e intentan equilibrarlas con la individualidad. Por lo tanto es frecuente que hagan ajustes para no sentir que todo se debe hacer juntos o que los actos individuales no necesitan ningún acuerdo, cuando en realidad sí.
Mirar series solos, sin que el otro se entere de la decisión tomada, no cae nada bien, no porque no pueda hacerlo, sino por el hecho de que está actuando con indiferencia hacia el otro, como si no existiera. En aquellas relaciones con años de convivencia, la búsqueda se orienta a buscar variantes para romper la rutina.
En estos casos, se espera que la propuesta de cambio, por ejemplo, mirar series para estar juntos, se valore y se respete como un factor que debe contribuir a la unión. Las expectativas están puestas en la conducta del otro, se observa si cumple con la propuesta, y, si no lo hace aparece el conflicto.
Muchas veces, se guarda el malestar hasta que la repetición de la acción desleal (mirar la serie o terminar de verla solo cuando no fue lo convenido) provoca reacciones de bronca, angustia, reproches, etc. El efecto la crisis puede extenderse a otras áreas, comprometiendo también la sexualidad.
La búsqueda de la paridad o la igualdad que es la esencia de la unión de pareja se vuelve inestable cuando no se cumplen los acuerdos, resurgiendo la competencia entre las partes, quién de los dos tiene más poder: ejemplo: “Vos te cortás solo, entonces yo no quiero tener sexo con quien no se compromete”.
Romper el acuerdo de estar juntos disfrutando de una serie, parece un tema banal como tantos que originan los conflictos vinculares. Pensemos que la mayoría de las discusiones surgen por cuestiones triviales (que después se olvidan) y que detonan problemas más profundos.
Por lo tanto, intentar estar juntos y convenir en una acción es una manera de recuperar algo de lo perdido, sobre todo en parejas que llevan años de convivencia. Y para las parejas jóvenes cumple el efecto de búsqueda de equilibrio entre las actividades individuales y las del vínculo. Siempre hay que preguntarse qué hay detrás de un acto desleal, de un acuerdo que no se pudo cumplir.
La comunicación siempre ayuda a dirimir estas cuestiones más profundas que están en la base del conflicto. Sobre todo son las parejas convivientes las que después de un tiempo necesitan hacer cambios para no sentir que son presos de la rutina, quizá la de ver series juntos no sea la mejor opción, si es así, menor no insistir. El lugar de insistir en una actividad que no da resultado, es mejor y más saludable optar por otra u otras que convenzan a los dos y sean más efectivas.