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Le diagnosticaron artritis reumatoidea y aún con limitaciones físicas, logró recibirse de Abogada en la UNNE

Fátima terminó la carrera de Abogacía en la UNNE a fines de 2022. Es además Mediadora y madre de Ramiro (2). Al último tramo de su carrera lo cursó sin poder subir las escaleras para llegar a sus clases; el dolor causado por la artritis reumatoidea con la que convive, la anulaba en sus movimientos (y la anula aún en distintos momentos de su vida). Conocé su historia de superación y voluntad férrea por progresar, formar familia y crecer profesionalmente.

“A los 24 años me diagnosticaron artritis reumatoidea, una enfermedad crónica autoinmune y degenerativa que no tiene cura y que afecta particularmente el revestimiento de las articulaciones” cuenta la nobel abogada, egresada de la Facultad de Derecho, Ciencias Sociales y Políticas de la UNNE.

Fátima Villar tiene 30 años. Es madre de un niño de dos años y es, además de Abogada, Mediadora. “Hice el curso de Mediación en el Colegio de Abogados de Corrientes también”, recordó orgullosa.

Siendo estudiante de Abogacía, Fátima recuerda que le fue bastante bien en sus inicios, hasta que se topó con la materia Derecho Penal I: “tuve mucha dificultad para aprobarla, era una materia anual -recuerda- pero insistí una y otra vez hasta que la finalmente la aprobé”, recordó la joven.

“Después de este percance en mis tiempos de estudio, volví a mi ritmo. Pasó un poco el tiempo, fui avanzando en la carrera y comencé a tener dolores en distintas partes del cuerpo: me dolían los brazos al levantarlos, las manos, los pies”, recuerda Fátima.

Un diagnóstico duro

La artritis reumatoidea es una enfermedad autoinmune que produce dolor, rigidez, hinchazón y pérdida de la movilidad del cuerpo (entre otras tantas manifestaciones); el común de la gente la asocia a personas mayores de edad, pero lo cierto es que puede manifestarse en cualquier edad, preferentemente en la edad media.

Fátima comenzó con sus primeros síntomas a los 24 años. “Fui a un clínico de forma particular – en ese momento no tenía obra social- y el profesional decidió realizarme estudios específicos en sangre para determinar unos valores vinculados a la artritis”, explica.

“Finalmente los valores en sangre dieron como resultado mi diagnóstico de artritis, por lo que el doctor me derivó a un especialista en la enfermedad: un médico reumatólogo”.

Recuerda la joven abogada que la primera profesional con la que tomó contacto sabiendo de su dolencia sin cura fue la doctora Gallino Yanzi. “Ella me explicó en detalle la enfermedad y el tratamiento. Recuerdo ir a verla todos los martes a las 21 horas, después de cursar en la facultad. Después, bajaba del colectivo e iba a la casa de un enfermero a colocarme una inyección subcutánea en los brazos, una vez por semana, porque ya la pastilla de tratamiento no me hacía efecto”, rememora Fátima.

Dijo además que transitar el primer tiempo de manifestaciones fuertes de su enfermedad fue muy difícil, no sólo por los dolores sino por los trámites para poder conseguir la medicación que me permita tener una vida medianamente normal. “Como no tenía obra social y los remedios son muy costosos, debía presentar cada 20 días mis papeles en el ministerio de Salud Pública para que me subsidien los remedios”, recordó.

Fátima reconoce en su madre, su abuela, su pareja y toda su familia, son el sostén invaluable para afrontar su enfermedad y no quitar la vista de sus logros, fundamentalmente lo fueron en tiempos en los que cursaba su carrera de grado. “Gracias a ellos, su apoyo y consejo permanente, pude salir adelante y alcanzar mi título”.

“ME SENTÍ REALMENTE MUY MAL AL ENTERARME DE QUE TENÍA ARTRITIS REUMATOIDEA. NO FUE PARA NADA FÁCIL. MÁS AÚN PADECERLA. EN ESE TIEMPO VOLVÍ A ATRASARME EN LA FACULTAD…RECUERDO QUE ESE AÑO SÓLO APROBÉ UNA SOLA MATERIA”.

Tiempo de maternar y de recibirse

“Pasó el tiempo y con mi pareja decidimos formar familia. Gracias a él y su trabajo en blanco pude tener también yo obra social. En ese tiempo llegó Ramiro, quién -si bien nació prematuro- cursé mi embarazo haciendo un tratamiento sin la medicación habitual para mi dolencia, porque son remedios muy fuertes… y gracias a Dios, todo salió muy bien”.

Después del embarazo exitoso, volvió nuevamente la artritis a hacer mella en el cuerpo de Fátima. “Volvieron los dolores de muñecas, de codo, de rodilla y tobillos. Por la mañana principalmente se me hace muy difícil mover las manos y caminar. En este último tiempo -por ejemplo- noté que me cuesta mucho subir los escalones del colectivo, entonces lo hago subiéndolos de a uno. Hay muchas cosas que la enfermedad me va limitando”, explica consiente la abogada inclaudicable.

Asociado a esto último, cuenta Fátima que en el último tiempo de cursada en la Facultad de Derecho de la UNNE, tenía que tomar el ascensor “y muchos compañeros me preguntaban por qué lo hacía o me decían ¡vamos por las escaleras! yo solo ponía de excusa que mi rodilla me dolía, pero en el fondo me ponía mal porque la verdad creo que sentía vergüenza, me inhibía, no quería contar por qué exactamente no bajaba por las escaleras.

En su historia ejemplar de vida, la nobel abogada cuenta que este año perdió a su querida abuela que tanto la ayudó y alentó en su tiempo de estudiante. “Fue muy duro para mí porque ella fue mi sostén amoroso y económico en mi tiempo de facultad, fue la Beca o el trabajo que no conseguí para solventar mis estudios en la universidad. Gestos invaluables e inolvidables para mí”.

Actualmente, Fátima se coloca una vez al mes una vacuna llamada Cymzia, solución inyectable que la ayuda a disminuir la inflamación de las articulaciones. “Es una inyección con la que me puedo desenvolver bastante bien. Eso sí, los días de mucha humedad sufro mucho dolor; solo quién tiene una dolencia similar sabe de lo que hablo. Esta es una enfermedad silenciosa y dolorosa”, argumentó la joven.

“Tardé bastante, sí, pero lo importante es que nunca abandoné”

En el final, Fátima dejó su mensaje esperanzador para todos aquellos que sufren de alguna enfermedad, dolencia o simplemente deciden bajar los brazos. “A las personas que sufren de alguna enfermedad les diría que no abandonen sus sueños, que insistían y persistan, que utilicen su patología como impulso, fuerza y razón para seguir adelante”.

Dijo además que hace más quien quiere que quien puede… “yo soy ejemplo de esto que digo -resalta Fátima- ¡querer es poder!  A veces no se necesita dinero sino acompañamiento, empatía y ganas de superarse a sí mismo”.

Remarcó en el cierre, que para ella, lo fundamental fue contar con el apoyo de sus padres “siempre me dijeron que haga frente a la enfermedad y que luche por mis sueños y mis metas y así lo hice”.

FÁTIMA VILLAR RECIBIRÁ SU DIPLOMA DE ABOGADA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDESTE EN MAYO/ JUNIO PRÓXIMO.

“Cuento mi historia para que la puedan tomar como ejemplo de superación, porque a pesar de todas las adversidades y cuestiones personales que atravesé -desde mi diagnóstico hasta hoy día- pude recibirme y llegar a mi meta. Tardé bastante, sí, pero lo importante es que nunca abandoné”.

NO EJERZO TODAVÍA PORQUE NO TENGO MATRICULA, PERO TENGO PLANEADO TRABAJAR EN EL ESTUDIO DE UNA COMPAÑERA. IGUALMENTE ESTOY ABIERTA A PROPUESTAS DONDE VALOREN MI FORMACIÓN PROFESIONAL.