Una de cada tres personas mayores sufre “viejismo”, es decir, prejuicios por la edad. El vínculo entre individuos de diferentes edades genera una dinámica de maestro y alumno. La opinión de los expertos
Tener amigos y amigas es una de las grandes bendiciones que nos puede regalar la vida. Es que sentirnos acompañados en la vorágine cotidiana por personas a las que elegimos más allá de nuestro entorno familiar es una fortuna que, en tiempos de pandemia y soledad, adquirió aun más valor emocional. Sin embargo, a medida que avanza la existencia, para algunos adultos mayores es más difícil entablar nuevas relaciones. Una de las razones tiene que ver con el edadismo o el viejismo, definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como los estereotipos, los prejuicios y la discriminación hacia las personas en función de su edad.
En ese marco, las amistades intergeneracionales entre la juventud y los mayores aparecen como una sana alternativa para hacerle frente a esta situación que, según los registros de la OMS, la padece una de cada tres personas. “Estas amistades se dan -en el caso de los jóvenes- más que nada después de la adolescencia, específicamente a partir de los 20 años, porque los adolescentes se suelen relacionar entre pares”, le explicó el psicólogo Alexis Alderete (MP 85367). Y agregó: “Lo que se manifiesta es el concepto de maestro y alumno: a la persona grande le encanta brindar los conocimientos que tiene, mostrar un camino y herramientas. Entonces se siente útil y revalorizado para aportar algo más allá de su trayectoria”.
La revalorización es, sin dudas, una de las grandes bondades de estas relaciones, sobre todo teniendo en cuenta la predominancia del viejismo en el mundo en que vivimos. “Las amistades intergeneracionales mejoran la autoestima de los adultos porque promueven la recuperación de la confianza en sí mismos, además de reivindicar la importancia de estas personas en la sociedad por el impacto positivo que tienen para los jóvenes”, afirmó el experto.
La ciencia de la amistad
Un estudio realizado por expertas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Tampere, en Finalndia, y de la Escuela de Trabajo Social del Triny College de Dublin, Irlanda, postuló que la amistad intergeneracional promueve el cuidado, el disfrute y la pertenencia en formas alternativas, especialmente en comparación con las amistades entre pares. “Argumentamos que estas relaciones entre generaciones son un conducto importante para la inclusión social”, indicaron en el escrito.
Para llegar a aquellas conclusiones, las especialistas Riikka Korkiamäki y Catherine O’Dare entrevistaron a participantes mayores y jóvenes que tienen al menos un amigo de un grupo de edad diferente. Según relataron en la publicación, uno de los encuestados valoró: “Las personas son personas: no llevamos nuestras fechas de cumpleaños alrededor del cuello”.
En el mismo sentido, la investigación describió que estos lazos “desafían las normas de edad y las interpretaciones estereotipadas de lo que las personas jóvenes y mayores ‘deben’ hacer y ser”. ¿Por qué? Porque ambas partes se unen “en actividades compartidas y forman amistades que son mutuamente significativas y agradables”.
Para finalizar, Korkiamäki y O’Dare manifestaron: “Al crear espacios y oportunidades para la interacción intergeneracional, se pueden promover la formación y el mantenimiento de relaciones en los individuos. Por lo tanto, hacemos un llamado a los formuladores de políticas y a las comunidades para que faciliten tales oportunidades de inclusión a través de la amistad para todas las generaciones”.
Beneficios emocionales
Otra profesional de la psicología consultada fue Sol Buscio (MN 71610), quien se refirió a “los estereotipos que hay en relación a la vejez y a la imposición social que dicta que, al llegar a determinada edad, los lazos se van perdiendo”. Sobre estos aspectos, analizó: “No tendríamos que estar condicionados por la edad ni por mandatos sociales. Son muy pocos los que se abren a relacionarse con personas de distintos grupos etarios. Quizá la gente joven ve a la persona mayor como alguien que -como la sociedad dice- ya vivió todo lo que tiene que vivir, no tiene deseos y posee una mentalidad antigua que no le permite percibir las vivencias de la misma manera”.
Asimismo, de acuerdo a lo que agregó Alderete, “la persona mayor se puede sentir más rejuvenecida en esta clase de relaciones porque aprende nuevos retos, se adapta a diferentes códigos de convivencia y esto le genera beneficios tanto cerebrales como emocionales, mientras que el joven puede ir descubriendo el papel que va a tener en la sociedad”. En ese sentido, el especialista profundizó que durante la pandemia del COVID-19 “muchos jóvenes conectaron con gente grande que quedó sola en la casa y la acompañaron preocupándose por su bienestar”.
Por su parte, Buscio consideró que estos vínculos “tienen una retroalimentación y pueden ser hasta más verdaderos”, ya que ambas partes “se enriquecen y se vuelven más resilientes a partir de la experiencia del otro: se da un intercambio de valores y de ideas que nutre a las personas”.
“A la gente mayor, el hecho de relacionarse con gente joven y de poder ampliar su círculo social los hace sentir más animados y con más ganas de hacer actividades y de conectar. Es un grupo etario en el que predomina la soledad y, por lo tanto, hay que derribar eso y entender que la vida no termina ahí porque se le puede dar un nuevo formato”, concluyó la psicóloga.