Un estudio de la Universidad Tecnológica de Swinburne, Australia, evaluó el deseo sexual femenino según la igualdad o desigualdad en las labores. Esto descubrieron
Aún cuando las mujeres tienen un trabajo fuera de la casa, muchas veces —la mayoría de las veces— se hacen cargo de los niños, la comida, la ropa, la limpieza, el plomero y de comprar el regalo para el cumpleaños de la suegra.
Es cierto que, sobre todo en los últimos años, y como consecuencia de que las mujeres salieron masivamente a buscar un trabajo remunerado, en buena medida los hombres se han ido integrando a los asuntos domésticos, pero el desequilibrio sigue siendo notorio. Muchos varones sienten el deber de “colaborar” con sus parejas en esa carga, sin notar que lo que corresponde sería compartirla de forma igualitaria porque también ellos son adultos que forman parte de ese hogar.
Los numerosos estudios sobre la salud mental que se han realizado desde que comenzó la pandemia por COVID-19, vienen advirtiendo del aumento de la ansiedad, entre otras afecciones psicológicas, pero también señalaron que las mujeres han visto crecer sus obligaciones con la familia lo que ha generado una sobrecarga que produce agotamiento, ansiedad y resentimiento.
Las psicólogas Simone Buzwell , profesora titular de Psicología, Universidad Tecnológica de Swinburne, y Eva Johansen, quien trabaja en un doctorado en la misma casa de estudios, publicaron una investigación en Journal of Sex Research, —que explicaron en un artículo en la revista The Conversation—, en el que exploraron cómo el deseo sexual de las mujeres baja si existe una situación de injusticia en el reparto de las cargas.
La pregunta inicial del trabajo fue si a las mujeres les queda energía para el sexo luego de tanto trabajo adicional en sus casas.
“Decidimos explorar cómo la carga mental afecta las relaciones íntimas. Nos enfocamos en el deseo sexual femenino, ya que el ‘bajo deseo’ afecta a más del 50% de las mujeres y es difícil de tratar”, explicaron.
El trabajo mostró que las mujeres en relaciones igualitarias, tanto en cuanto al trabajo doméstico y a la carga mental, “están más satisfechas con sus relaciones y, a su vez, sienten más deseo sexual que aquellas en relaciones desiguales”.
Las especialistas notaron que las entrevistadas describían el deseo sexual más como un estado de ánimo y una necesidad de cercanía que como la simple motivación para tener relaciones sexuales. Además, como ya se ha estudiado, el deseo sexual femenino tiene una naturaleza más fluctuante que el masculino y cambia en respuesta a las experiencias de la vida y la calidad de las relaciones.
“Las relaciones son especialmente importantes para el deseo femenino: la insatisfacción en las relaciones es un factor de riesgo importante para el bajo deseo en las mujeres, incluso más que los impactos fisiológicos de la edad y la menopausia. Claramente, los factores de relación son críticos para comprender el deseo sexual femenino”, expresaron las autoras.
Tomaron aquí como instrumento para su estudio la reciente teoría elaborada por especialistas de las universidades de Columbia y de la Ciudad de Nueva York que propuso dos tipos diferentes de deseo: el deseo diádico, que es el deseo sexual que una persona siente por otro, mientras que el deseo en solitario se trata de sentimientos individuales”
De esta forma, el deseo diádico se entrelaza con la dinámica de la relación, mientras que el deseo individual es más amorfo e implica sentirse bien consigo mismo como ser sexual, sería sentirse sexy, sin necesidad de la validación de otro.
“Nuestra investigación reconoció los matices del deseo de las mujeres y su fuerte conexión con la calidad de la relación al explorar cómo la equidad en las relaciones podría afectar el deseo”, dijeron las especialistas australianas.
La investigación sumó a 299 mujeres voluntarias, todas ellas de Australia, a quienes se les pidió responder un cuestionario sobre el deseo y sus relaciones. Sus edades iban de los 18 a los 39 años.
Entre las preguntas había algunas que buscaba precisar su evaluación acerca de las tareas del hogar, la carga mental —quién organiza las actividades sociales de la familia, quien administra el dinero, etc— y quién tiene más tiempo libre entre los dos integrantes de la pareja.
Una vez que tuvieron en sus manos las respuestas, las dividieron en tres grupos, según sus relaciones:
1- Relaciones de “trabajo igualitario” en las que las mujeres percibían que estaban compartiendo el trabajo de manera equivalente con sus parejas.
2- Relaciones que llamaron de “trabajo de mujeres”: cuando sintieron que trabajaban más que su pareja.
3- Relaciones que nominaron “trabajo de pareja”: cuando sus parejas aportaban más que ellas en el trabajo del hogar.
“Luego exploramos cómo estas diferencias en la equidad de la relación impactaron el deseo sexual femenino”, dijeron, y afirmaron que “los hallazgos fueron contundentes”.
“Las mujeres que calificaron sus relaciones como iguales también informaron una mayor satisfacción en la relación y un mayor deseo diádico (entrelazado con la dinámica de la relación) que otras mujeres del estudio”, aseguraron. “Desafortunadamente (y tal vez, de manera reveladora), el grupo de trabajo del socio (cuando el hombre trabajaba más) era demasiado pequeño para sacar conclusiones sustanciales”, agregaron.
“Sin embargo, para el grupo de trabajo de mujeres (las que trabajaban más) estaba claro que su deseo diádico había disminuido. Este grupo también estaba menos satisfecho con sus relaciones en general”, concluyeron.
Respecto del “deseo solitario de las mujeres” o el percibirse sexy, las psicólogas aseguraron haber hallado “algo interesante”. “Si bien parece lógico que las desigualdades en las relaciones puedan afectar todos los aspectos de la sexualidad de las mujeres, nuestros resultados mostraron que la equidad no tuvo un impacto significativo en el deseo individual. Esto sugiere que el bajo deseo de las mujeres no es un problema sexual interno” que deba tratarse con dispositivos o tratamientos individuales “sino uno que requiere el esfuerzo de ambas partes” de la pareja.
También jugó un papel en la menor libido cuando los niños aumentaban la carga de trabajo de las mujeres de forma inequitativa. “La duración de la relación también jugó un papel. La investigación muestra que las relaciones a largo plazo están asociadas con la disminución del deseo por las mujeres, y esto a menudo se atribuye al tedio de la familiaridad excesiva (piense en las esposas aburridas y sin sexo en las comedias de situación de los 90)”, dijeron. Sin embargo, “nuestra investigación indica que el aburrimiento de las relaciones no es la razón, ya que la creciente desigualdad en el transcurso de una relación suele ser la causa del desinterés de las mujeres por el sexo”, agregaron.
Los trabajos indican que, “cuanto más duran algunas relaciones, más injustas se vuelven, lo que reduce el deseo de las mujeres”, dijeron, ya que si bien las tareas domésticas pueden comenzar siendo compartidas por igual, “con el tiempo, las mujeres tienden a realizar más tareas domésticas”.
Las parejas del mismo sexo
Según un estudio realizado en 2017 en el Reino Unido y Australia, las parejas del mismo sexo tienen relaciones más equitativas. Sin embargo, “encontramos el mismo vínculo entre la equidad y el deseo de las mujeres en las relaciones del mismo sexo, aunque fue mucho más fuerte para las parejas heteronormativas”, dijeron las expertas.
Por lo tanto, la conclusión es igual: “Un sentido de equidad dentro de una relación es fundamental para la satisfacción y el deseo sexual de todas las mujeres”.
Una forma de superar el bajo deseo sexual
Buzwell y Johansen sugirieron que “una respuesta al bajo deseo en las mujeres podría ser abordar la cantidad de trabajo que tienen que asumir en las relaciones”.
“El vínculo entre la satisfacción de la relación y el deseo sexual femenino se ha establecido firmemente en investigaciones anteriores, pero nuestros hallazgos explican cómo funciona esta dinámica: el sentido de justicia de las mujeres dentro de una relación pronostica su satisfacción, lo que tiene repercusiones en su deseo por su pareja”, resumieron.
El próximo trabajo, comentaron con humor, debería ser ensayar una “prohibición de tareas domésticas y carga mental” para una muestra de mujeres que informan bajo deseo sexual y registrar si hay cambios en sus niveles informados de deseo. “O tal vez las parejas sexuales de las mujeres podrían lavar los platos esta noche y ver qué pasa”.