El debate sobre la dolarización volvió a instalarse con fuerza en los últimos días. Especialistas consultados explican cómo podría aplicarse este plan.
El debate sobre si dolarizar es la salvación para la Argentina volvió a instalarse con fuerza. La pregunta que circulaba en redes, sin embargo, no era ni cómo se iba a hacer ni si realmente es el mejor esquema para salir de esta inflación, sino “¿cuánto voy a ganar si se dolariza?”.
Primera respuesta: no va a ser el equivalente a los sueldos en pesos. Es decir, si se dolariza, una persona que hoy gana en mano $200.000 no pasaría automáticamente a ganar US$200.000. Eso sucede porque, de implementarse ese esquema, primero habría que conocer el tipo de cambio de conversión: en otras palabras, a cuánto va a estar el dólar al momento en el que comenzaría a aplicarse ese modelo.
Y en ese punto es en el que comienzan las diferencias y, en definitiva, lo que hizo que esta semana en las redes sociales muchos “tuiteros” sacaran la calculadora para estimar en cuánto se ubicarían los salarios. Hubo tantas respuestas posibles como cálculos. Eso pasa porque hay diferentes maneras de encarar una potencial dolarización que, como resultado, darían diferentes tipos de cambio de conversión.
En los últimos días, circuló un informe de la consultora 1816 en la que evaluaban escenarios posibles para dolarizar. Para poder implementar este esquema, primero hay que hacer un “rescate” de los pesos; en otras palabras, recomprarlos con dólares. Para “rescatar” la base monetaria y también las Leliq y los pases, básicamente pasivos del Banco Central, la firma estima que se necesitan US$44.750 millones al tipo de cambio del contado con “liqui” (CCL).
“Teniendo reservas por apenas US$1800 millones, uno podría decir que, en resumidas cuentas, para dolarizar al CCL hoy necesitamos conseguir US$43.000 millones, cifra similar al crédito Stand By que recibió Argentina del FMI en la era Macri”, resume el escrito.
Entonces, para entender por qué se habla de diferentes tipos de cambio de conversión para dolarizar, lo primero que hay que saber es que depende de la cantidad de dólares con los que se cuenten al momento de encarar la medida. Por ejemplo, señala 1816, si tan solo se utilizaran los dólares que hoy forman parte de las reservas netas, el tipo de cambio necesario para rescatar todo el pasivo del Banco Central sería de $9944. En otras palabras, quien hoy gana en mano $200.000 pasaría a percibir un salario mensual de US$20.
Emilio Ocampo es economista, historiador e investigador, y autor de la propuesta de dolarización que hoy mencionan con más fuerza en el círculo de Javier Milei como un potencial esquema. Explicó de qué manera encararía el rescate de los pesos para evitar, justamente, esos salarios de US$20 y la medida se pueda implementar con un tipo de cambio de mercado. Aunque, aclara, la dolarización posible depende de muchas condiciones, entre ellas, que se acomoden los precios relativos y que haya apoyo político.
Para que se dé ese acomodamiento de precios relativos, entonces, primero habría que desarmar los esquemas de controles de precios y el cepo, entre otros, por lo que el valor del dólar oficial ya no sería el mismo que se ve hoy y el nivel de inflación tampoco.
Ocampo parte de un escenario en el que, primero, el Banco Central (BCRA) desaparece y se cancelan todos sus pasivos monetizando (y no “liquidando”) sus activos. Considera que el BCRA no solo tiene a sus reservas netas como activos, sino también activos internos netos: Adelantos Transitorios al Gobierno Nacional (ATGN), en pesos; las Letras Intransferibles (LI), en dólares y otros bonos.
Lo que propone, entonces, en un escenario en el que se dolariza y se liquida al Banco Central, es canjear los ATGN y las LI por bonos emitidos bajo ley extranjera. Esa instancia es necesaria para obtener colateral de mejor calidad, porque en el siguiente paso se necesitarán activos del mayor valor posible para rescatar la deuda en pesos, que es el problema en primer lugar.
El siguiente paso sería contribuir los activos (esos bonos canjeados) y pasivos financieros (como las Leliq y Notaliq, un total de aproximadamente US$30.000 millones) a un fideicomiso establecido en una jurisdicción segura. En un fideicomiso, una persona, o en este caso, un Estado, entrega a otro la titularidad de unos activos para que los administre durante un plazo.
En este conjunto, el economista asegura que también haría falta sumar, por ejemplo, las acciones que el Estado tiene en YPF, la licitación del espectro 5G, algún porcentaje de retenciones a las exportaciones y parte del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de Anses, entre otros elementos. Ese fideicomiso necesitaría, además, que un organismo multilateral de crédito otorgue un aval.
De esa manera, el fideicomiso emitiría deuda para que en cuatro años se pague el 100% de la deuda financiera heredada del BCRA, que Ocampo estima en US$30.000 millones al CCL. En otras palabras, los bancos podrían cambiar las Leliq por dólares o bien por papeles comerciales llamados asset-backed commercial papers que se pueden colocar en el mercado secundario como un bono, por ejemplo.
“¿Pero qué evita que ese último canje salga mal y esos activos terminen con valuaciones pésimas?”. Según Ocampo, este vehículo -con un perfil de riesgo más mitigado que la Argentina, en primer lugar- actuaría como el garante para que se recupere la confianza en el país, porque si no pagara su deuda y entrara en default, el fideicomiso tendría el mandato de liquidar todos los activos que tiene capturados.
“¿Y qué pasaría con los plazos fijos de las personas?”, consultó este medio. En este esquema, respondió el economista, no sería necesario confiscar ahorros del sector privado. Simplemente, pasarían a estar nominados en dólares al tipo de cambio de conversión
Entonces, ¿a qué tipo de cambio se dolarizaría bajo este esquema? Ocampo cree que será al precio del mercado, es decir, un dólar sin cepo. Para tener una aproximación en la actualidad se puede mirar el valor del dólar blue o informal, aunque no necesariamente sería ese el valor en el futuro, añadió.
Toda esta hazaña parece simple, pero él mismo advierte que depende de una serie de condiciones que se tienen que dar y que la dolarización no sucedería el primer día de asunción del próximo gobierno. En esa serie de consideraciones están las reservas netas -que, a su juicio, pueden cambiar cuando cambie la administración-, el reacomodamiento de los precios relativos, la mayoría legislativa para pasar la ley por el Congreso y tiempo para implementar el esquema legalmente. Nada es tan fácil.
Otra propuesta sobre dolarización
Alfredo Romano, consultor de Romano Group y autor del libro Dolarizar, también tiene su propia propuesta para rescatar los pesos. Asegura que parte de los dólares necesarios vendrán de las exportaciones (asegura que “la mala praxis económica del gobierno actual no permitió acumular reservas”, pero que eso cambiaría en el marco de una nueva administración) y de los dólares que el sector privado tiene fuera del sistema.
“La Argentina exportó por US$177.000 millones los últimos dos años y solo el campo le liquidó a la gestión de este gobierno US$107.000 millones en estos tres años y medio. Si a eso sumamos que el sector privado tiene más de US$350.000 millones de dólares guardados, la Argentina tiene todas las herramientas para dolarizar su economía en un proceso de dolarización con otro gobierno y con otro programa económico robusto que abarque no solo una reforma monetaria”, sintetiza.
Claro que, como el de Ocampo, el de Romano también es un programa que depende de una serie de condiciones que probablemente sean difíciles de conseguir. “Hoy es imposible dolarizar -advierte-. No están las condiciones porque para dolarizar se necesita de muchísima confianza y de un programa económico integral que no solo se enfoque en la reforma monetaria, sino que también abarque a la indisciplina fiscal y la arcaica regulación laboral de nuestro país”.
Entonces, para saber cuánto valdrán los sueldos si se dolarizara y qué pasaría con los ahorros, primero hace falta entender cómo se recompraría el pasivo del BCRA, con qué herramientas y a qué tipo de cambio se lograría la hazaña. La respuesta última, entonces, es la preferida de los economistas: “Depende”.